miércoles, 24 de agosto de 2011

Sanxenxo de espaldas a Silgar

Unha reportaxe que da outra visión de Sanxenxo, publicada no Diario de Pontevedra.

Sanxenxo de espaldas a Silgar


22/08/2011 - Lucía González (Pontevedra)
Acceder a una heladería, un restaurante o un bar puede ser una misión imposible durante el verano en Sanxenxo, un municipio que ronda los 18.000 habitantes y que en los meses de calor llega a alcanzar los 100.000. Y es que turistas procedentes de los más dispares lugares escogen esta localidad pontevedresa para disfrutar de unos días de vacaciones con el mar y la playa a un paso de los hoteles que pueblan el centro.
Toda esta estampa dibujada como un lugar exclusivo de ocio y vacaciones se termina en cuanto se pone un pie en los hogares o establecimientos de los nativos de Sanxenxo. Más allá de la idea que se tiene del municipio, con sus turistas y sus hoteles, Sanxenxo camina con esas personas que viven del mar, de la tierra o con locales de todo tipo y que se ganan la vida durante todo el año al margen de la oleada turística que define a 'la Marbella gallega'.
De verano e invierno
La calle principal de Sanxenxo, la calle del Progreso, es una de las imprescindibles vías de paso para ciudadanos y turistas, siendo esta la razón por la que pequeñas tiendas se agolpan en las aceras formando un pequeño núcleo en el que se puede comprar de todo o acceder a servicios como peluquerías o reparación de electrodomésticos. Son tiendas que intentan sobrevivir tanto en verano como en invierno, época en la que los comerciantes aseguran que ''Sanxenxo está muerto'', tanto por los establecimientos que cierran sus puertas como por la afluencia de gente que pasea por sus calles.
Rosi Caneda es una de las empleadas de la Floristería Picris, un establecimiento que abre durante todo el año aunque, en su opinión, ''la rutina de verano a invierno cambia mucho''. Aún así esta pequeña floristería aguanta haya turistas o no, ya que en la época en la que el frío aprieta, los pequeños comercios tienen la opción de cerrar o de seguir dando algo de vida para los que habitan allí más allá del verano.
Asegura Rosi que ''en una floristería sobrevivimos gracias a los entierros, las bodas, los restaurantes... y luego en el día a día trabajamos para cementerios y cumpleaños''. De enero a diciembre cambia la rutina y son los turistas los que se encargan de comprar plantas o flores para levantar el comercio. Otro de los establecimientos que ha visto llover y calentar el sol durante muchos años es la Peluquería Deza. Con una larga tradición familiar en el oficio de peluqueros, Dolores Deza es la encargada de los peinados de los que pasean por Sanxenxo. Un negocio que comenzó hace 30 años, cuando tan solo era una peluquería para caballeros. Dolores recuerda los peores momentos a lo largo de tanto tiempo al frente de la peluquería, casi tres décadas en las que hubo épocas ''en las que pasaban días y días sin entrar una persona en el establecimiento''. La opción fácil para estos casos es cerrar los meses de menos movimiento, opción que utilizan muchos comercios y tiendas que están, sobre todo, a pie de playa y que sin turismo se quedarían en nada. Pero no es el caso de la peluquería de Dolores, quien nunca se planteó la idea de ser uno de esos establecimientos que se mueren con el frío. ''Yo creo que cerrar los comercios en invierno es negativo. Es como una pescadilla que se muerde la cola: si no hay nada abierto nadie va a venir'', afirma.
Para Dolores, las cuentas del año se mantienen gracias a los habitantes de Sanxenxo y el turismo de verano. ''Hay un cambio. Seguimos manteniendo un grupo de gente durante todo el año y se incrementa en verano, aunque mucha clientela de turistas es como de la familia porque vienen cada año'', explica. Cuando ellos se van, la situación se complica. Recuerda Dolores las épocas duras en las que se ven obligados a reducir personal y a tener un horario de apertura discreto. No obstante, reconoce que, sin turismo, nunca cerraría la peluquería. ''Eso no es para mi sector'', recalca.
Cafeterías y tiendas
Sanxenxo también es sinónimo de trabajo, y en verano más que nunca, para las cafeterías y tiendas a pie de Silgar. Estos establecimientos se caracterizan por vivir exclusivamente en verano, aunque no son los únicos, ya que tiendas como la de Pilar Pérez también hacen su agosto estos días. Más allá de este mes, se dice que Sanxenxo queda sin una parte de vida. Pilar es la dueña de Lozas Pili, una tienda en la que se puede comprar objetos muy variados. Una de las razones por las que cierra en verano, según cuenta Pili, ''es porque tenemos otra tienda en Vilagarcía y nos podemos permitir tenerla solo para la temporada estival'', una práctica muy común en la zona. Es una realidad el hecho de que ''el comercio en Sanxenxo tiene como mira de negocio el abrir en verano, cerrar en invierno, abrir en Semana Santa y luego hasta junio nada'', como explica la florista Rosi Caneda.
La vida del mar
Aparte de la zona más urbana del centro de Sanxenxo, está la lonja de Portonovo, una zona para descubrir la parte más marinera que hay dentro de los límites del Concello. Carmen Fontán es una de esas personas que hicieron del mar su estilo de vida. Desde los once años lleva dedicándose al mundo de la lonja, con una rutina que a muchos asustaría: ''Todos los días lo mismo: te levantas a las seis de la mañana, vas a la lonja a las siete y media, coges el pescado y lo preparas y te lo llevas a la plaza para intentar venderlo'', explica.
Todo un proceso que vuelve a repetirse por la tarde, sobre las siete, momento en el que la lonja de Portonovo mezcla los dos aspectos del municipio. El 'lonxeiro' y las 'pescantinas' se mezclan entre el olor del pescado y los turistas que, llamados por el espectáculo de la venta del pescado a pleno grito cantando los precios, sacan sus cámaras para captar el momento.
Entre 'leiras'
Aparte de calles y mar, Sanxenxo tiene también una gran parte de zona rural en la que el paisaje se crea entre viñedos, campos de maíz y tierras con patatas. La mayoría de la gente que trabaja estas tierras lo hace por pasar el tiempo libre, a modo de hobby, o de momento de esparcimiento. Así, Isabel Leiro trabaja en la tierra que tiene en la parroquia de Padriñán una vez que sale del trabajo, para desconectar, ya que su domicilio se encuentra en la comarca de Ribadumia. Es el caso también de un vecino de la parroquia de Dorrón, en el lugar de Magaláns, donde se pueden encontrar bastas extensiones de campos de maíz. Antonio Penas emplea estas tierras para visitar y así airearse y respirar aire puro una vez que sale de su trabajo como carpintero. ''La mayoría son tierras heredadas de los mayores, ya que los jóvenes de hoy en día no quieren dedicarse a este mundo'', dice una vecina de Bordóns, hablando de lo difícil de dedicarse a la agricultura en los tiempos que corren. Aún así, gente como Antonio, sería feliz si se pudiera dedicar a cuidar sus tierras y vivir de ello. Otros como Sara Otero cultivan patatas para autoabastecerse en un paisaje que representa a la Galicia de siempre, minifundios para el consumo propio.
Todo esto queda lejos de la primera línea de playa donde la gente se preocupa por sentarse en una terraza y tomar el sol en la arena. Al otro lado de todo eso, otros luchan por sobrevivir cada día con lo que saben hacer.